A principios del Siglo XVII, el objeto de las tunas era llevar serenatas hasta el balcón de la mujer amada, quien en agradecimiento de dicha serenata, regalaba al estudiante un listón bordado o una flor que colgaba de su capa, parte de la vestimenta de la época.
Tratan también de rescatar los calores auténticos de las tunas aplicando su verdadera tradición con sus principios y filosofías, que consisten no solo en ser grupos con cultura musical, sino alcanzar el máximo desarrollo espiritual, moral y humano en el ser, por lo que se consideran una hermandad.
La hermandad de las Tunas pretende encausar a los jóvenes para alcanzar la plenitud espiritual a través de la música, el trabajo, la conciencia, la lealtad y el compañerismo.
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